Si nuestra cabeza fuera como Pinocho, el personaje de cuento al que le crecía la nariz cada vez que mentía, tendría una nariz enorme, porqué nuestra cabeza nos miente. La pobre no lo hace con mala fe, pero lo hace. Podríamos hablar de muchos aspectos que hacen que nuestra cabeza nos mienta, pero voy a hablar de uno en concreto. Las siguientes líneas no son exclusivas del ámbito deportivo, en nuestro día a día ocurre lo mismo, aunque hoy voy a centrarme en el primero.
Para entender esto hay que hablar de sesgos. Los sesgos son errores sistemáticos de procesamiento de información que afectan a cómo interpretamos, recordamos y tomamos decisiones. Estos sesgos son atajos mentales que el cerebro utiliza para simplificar la toma de decisiones, ya que no podemos estar constantemente analizándolo todo, en situaciones complejas o de incertidumbre. Aunque tales atajos son útiles (heurísticos), algunas veces conducen a errores (sesgos) que nos hacen percibir la realidad de forma distorsionada. Existen muchos tipos de sesgos, uno de los cuales es el sesgo de disponibilidad, del que voy a hablar a continuación.
El sesgo de disponibilidad es un atajo mental que empleamos para juzgar la probabilidad de que ocurra un evento en función de la facilidad con la que podemos recordar ejemplos de ese mismo evento. En otras palabras, cuanto más rápidamente podamos evocar un recuerdo, más probable nos parece que se repita. Este tipo de sesgo no siempre refleja la realidad objetiva. Para que entendáis mejor a lo que me refiero voy a poner algunos ejemplos:
Imaginemos un futbolista que, durante varios partidos recientes, ha fallado en momentos clave al intentar un pase arriesgado. Aunque a lo largo de la temporada su tasa de pases exitosos ha sido alta, los errores recientes están frescos en su mente y provocan que sobrestime la probabilidad de fallar en futuras ocasiones. Esta percepción errónea, influida por el sesgo de disponibilidad, puede llevarle a evitar tomar riesgos y optar por pases más seguros, afectando a su juego de manera negativa.
Imaginemos a un tenista que, en varios partidos recientes, ha cometido errores en momentos cruciales. Aunque estos errores representan solo una pequeña parte de su desempeño total, la facilidad con la que puede recordar esos fallos podría llevarle a pensar que "siempre falla" en momentos decisivos. En consecuencia, este sesgo distorsiona su autopercepción, afectando a su confianza y su capacidad de rendir bien bajo presión.
La influencia del sesgo de disponibilidad no solo afecta a la confianza del deportista, sino también a su capacidad para evaluar riesgos y oportunidades en el juego. Cuando un jugador recuerda más vívidamente una jugada que salió mal, podría evitar tomar riesgos razonables en situaciones futuras, incluso si esos riesgos son necesarios para obtener el mejor resultado. De manera inversa, un jugador que recuerde fácilmente un éxito reciente podría sobreestimar su capacidad para replicarlo, llevando a decisiones más impulsivas o riesgos mal calculados.
El impacto de este sesgo puede ser especialmente perjudicial en deportes donde la toma de decisiones rápidas es crucial. En baloncesto, por ejemplo, un base que falló varios lanzamientos importantes podría dudar en lanzar en situaciones decisivas, incluso si las estadísticas muestran que es un tirador confiable en esos momentos. Esta duda, fruto del sesgo de disponibilidad, puede desestabilizar su juego y el de su equipo.
Esta información estará más accesible en nuestra cabeza en función de la cantidad de inputs que estemos recibiendo constantemente (ya sean internos o externos), por experiencias pasadas y por el impacto emocional que se hayan generado en estas situaciones.
En la cantidad de inputs tiene especial relevancia el autodiálogo, o el discurso interno que tiene un deportista consigo mismo. Es una herramienta poderosa que influye en cómo se interpretan las situaciones y experiencias y, por lo tanto, en la forma en que el sesgo de disponibilidad se manifiesta.
Autodiálogo desadaptativo. Cuando un deportista utiliza un autodiálogo desadaptativo, este refuerza el sesgo de disponibilidad. Frases como “siempre fallo en los momentos importantes” o “nunca seré capaz de rendir bien bajo presión”, “que malo que soy”, “no me sale nada”, etc., se alimentan de esos recuerdos recientes de fallos. El autodiálogo desadaptativo crea una narrativa interna que magnifica los errores y disminuye los logros. Este tipo de diálogo interno amplifica el impacto del sesgo de disponibilidad, creando un ciclo en el que las experiencias negativas son más accesibles en la memoria y, por lo tanto, parecen más comunes de lo que realmente son.
Autodiálogo constructivo. Por el contrario, puede contrarrestar el sesgo de disponibilidad. Utilizar frases como "he tenido buenos resultados bajo presión en el pasado" o "un fallo no define mi rendimiento completo" ayuda a poner en perspectiva los errores recientes y a evocar recuerdos de éxito. Un autodiálogo constructivo invita al deportista a recordar de manera más equilibrada tanto los aciertos como los errores, lo que reduce el efecto distorsionador del sesgo de disponibilidad. Al enfocarse en logros pasados y en su capacidad general, los deportistas pueden construir una narrativa interna más realista y alineada con su verdadero nivel de habilidad.
¿Cómo podemos confiar en nosotros mismos cuando la información que nos damos constantemente y a la que accedemos es lo mal que hacemos las cosas y lo poco preparados que estamos para afrontar estas situaciones? Esto conlleva a una baja confianza y a un incremento de ansiedad, ya que nuestro cuerpo se encuentra en constante alerta.
Para terminar, el sesgo de disponibilidad es un fenómeno que afecta a todos los seres humanos, y los deportistas no son una excepción. Si bien es imposible eliminar por completo estos sesgos cognitivos, comprender cómo funcionan y aprender a gestionarlos puede marcar una gran diferencia en el rendimiento deportivo. Al final del día, las decisiones deportivas deben basarse en la realidad objetiva y no solo en lo que nuestra mente recuerda con mayor facilidad. Trabajar el aspecto psicológico nos ayudará a reducir la aparición de este sesgo y si aparece poder reducir su impacto tanto en el rendimiento como en las otras variables psicológicas que se ven afectadas.
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